LAS LAGRIMAS DE CAXAMARCA

 





"De todo hubo en la gran obra de España: luces y sombras, destellos y tinieblas".
Basándose en las diferentes crónicas de la época, en los textos más significativos sobre los acontecimientos en el Nuevo Mundo, en su directo conocimiento de los escenarios y la arqueología, en "Las lágrimas de Caxamarca" el autor recrea la conquista del Perú en la que sus protagonistas y sus acciones afectaron de forma definitivas al desarrollo histórico- religioso- cultural del que, por aquel entonces, se daba en llamar el viejo mundo.
Estamos ante un ensayo histórico ambiciosos que analiza con deslumbrante minuciosidad la epopeya del hundimiento del imperio inca, la fuerte personalidad de los conquistadores y las turbulencias políticas y militares de una época intensa y fascinante de nuestra historia. ISBN 84- 95894-40-8

 

COMENTARIO
Ensayo de investigación histórica, cuyo contenido describe la conquista del Perú hasta la batalla de Cajamarca. El modo de exposición lo describe el mismo autor en el proemio: “Casi nada de lo que se narra a continuación pertenece al genio o al ingenio de su autor; todo se debe a la pluma de aquellos que vivieron los acontecimientos o a la de aquellos otros que se limitaron a contar lo que otros les contaron o sus investigaciones descubrieron. Todo en él está transcrito, repasado, seleccionado y refundido” (p. 15). Para mayor claridad los textos de los primeros cronistas aparecen en el ensayo en letra cursiva; en letra redonda la redacción con la que el autor resume sus impresiones o recuerdos transcritos en sus ficheros de trabajo. Los textos literales tomados de las crónicas de la época ocupan casi más extensión que las explicaciones del autor. Las crónicas a las que presta más atención son las de Agustín de Zárate, Pedro Cieza de León, el Inca Garcilaso, Miguel de Estete, Gonzalo Fernández de Oviedo, Antonio de Herrera y Tordesillas, Francisco López de Gómara y Bartolomé Ruiz, aparte de las cartas y relaciones de los propios protagonistas españoles. El conjunto resulta ponderado, sin acritud y en la medida de lo posible, objetivo. El autor evita los juicios de valor sobre lo que describe. F.J. (2012)